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APROXIMACIÓN AL ORIGEN DELA DANZA

 

 

 

 

 

 

 

 

¿QUÉ ORIGINA LA DANZA EN EL SER HUMANO? ¿DE DÓNDE PROVIENE EL IMPULSO QUE LE HACE BAILAR?

        Si nos remontamos a sus orígenes, la danza se nos presenta en la prehistoria, según diversas pinturas rupestres (la Danza de Cogull o la Ronda de Addaura en Palermo, por ejemplo)  como medio de supervivencia a través del pensamiento mágico-religioso. En aquella época ni tan siquiera existía el concepto de arte, pues son los griegos los primeros que engloban en un mismo término toda una serie de “prácticas” que requerían destrezas y habilidades especiales: techné, término que más tarde los latinos traducirían por ars, palabra de donde proviene nuestro actual término arte. Pero, ¿qué encontraban los humanos de especial en la danza, en sus movimientos, que lo consideraban un medio de comunicación con la naturaleza y, además, un medio de supervivencia?

       No fueron sólamente los primeros humanos los que encontraron una gran “funcionalidad” en la danza, sino también las antiguas civilizaciones. Egipcios, sumerios, minoicos, micénicos, griegos, todas estas civilizaciones, entre otras, honraban la danza como algo sagrado, eran muchas veces los sacerdotes y sacerdotisas los propios bailarines y bailarinas. ¿Qué dotes tenían estos bailarines que los hacían tan especiales?

        Lo que intuimos, es que había un gran trabajo interno en el bailarín, un trabajo de ir más hacia dentro que hacia fuera, un trabajo de conectar con su conciencia, con su verdadero ser, con su alma, con su espíritu. La danza era por aquel entonces pura alquimia diuvina.

        Pero, ¿para qué nos sirve remontarnos a los orígenes, remontarnos a ¿qué era lo que hacía que el hombre bailase en las primeras civilizaciones, en los primeros humanos?

       Creo que ahí es dónde vamos a encontrar la clave de por qué la danza, hoy por hoy, no tiene la relevancia que debería tener en nuestra sociedad, simplemente se ve como un arte bonito, cuanto menos sano (y esto último según se mire…) pero que, no parece ser un aliciente económico a tratar ni a fomentar, porque a nuestra sociedad le falta reconocer el alma y a nuestros bailarines también…

       No se trata de bailar como se bailaba en aquella época, pues como bien decía Isadora Duncan (1903, citada por Sáncez, 2003) -gran amante de las culturas clásicas-   en su conferencia pronunciada en Berlín sobre la danza del futuro o la bailarina del futuro,

 

(…)Volver a las danzas de los griegos resultaría tan imposible como innecesario. No somos griegos y por ello no podemos bailar danzas griegas.

Pero la danza del futuro tendrá que volver a ser un arte altamente religioso, como era entre los griegos. Porque el arte que no es religioso, no es arte, es pura mercadería.

La bailarina del futuro será aquella cuyo cuerpo y alma hayan crecido juntos tan armónicamente que el lenguaje natural de ese alma se convierta  en el movimiento del cuerpo.  (p. 63)

 

      Creo en una concepción del arte más universalista que elitista, como bien escribía Tolstói hacia 1898 “La esencia del arte, de cualquier arte, es unir a los hombres” (Tolstói, 1998/2007,  p. 164).

       Considero que el arte de la danza va más allá del  “mero” medio de expresión. Es más bien un gran medio de conexión. Es un punto de anclaje con la conciencia, es una herramienta preciadísima que nos ayuda a recordar quiénes somos, un elemento de unión de lo sutil a la materia, que nos explica la verdad de nuestra existencia, la esencia de nuestro ser. Pues cualquier manifestación que se precie de ser llamada arte es esto. Arte como expresión de lo absoluto. Arte  como medio de creación.

       Pero no estoy sola en este nuevo, o viejo (según se mire), paradigma artístico. Distintas ponencias y conferencias de profesionales que se encuentran en un nuevo paradigma creativo, mágico y espiritual, nos han dado el aliciente para continuar por este camino un tanto fuera de lo común: sobre todo el artista Brossa (2011) y su proyecto Syneidesis, entre otros.

        En este proyecto, Brossa (2011) desentraña, el verdadero origen etimológico de algunas palabras que usamos constantemente sin ser plenamente conscientes de lo que significaron en su origen como son, conciencia, sacrificar, o recordar. A continuación exponemos sus significados brevemente:

  • Conciencia: proviene de la traducción que probablemente hicieron Cicerón o Séneca de la palabra griega syneideis: con capacidad de imaginar. Con lo cual, su significado original distaría mucho del actual: (del latín concientia) reunión (con) de las ciencias (cientia) ó conocimiento compartido. Así, la reunión de todas las ciencias, allí donde se reúne todo el saber, para las civilizaciones antiguas, era sinónimo de la capacidad de imaginar, algo que no depende de nadie ni de nada, algo que nos da la posibilidad de acceder, por nosotros mismos, a toda la información del universo. Así, la clave de acceder al conocimiento está en nuestra capacidad de imaginar. Nos referimos a imaginar no como algo ocioso, sino como una puerta a nuestra conciencia. Y nuestra imaginación está muy relacionada con nuestra capacidad de crear, de ser creadores y, de lo que no somos conscientes, es de que estamos constantemente, segundo a segundo, instante tras instante, creando nuestra realidad (Brossa, 2011). O como lo entiende  Parise (2010),  esa capacidad que consiste en “armar realidades propias” que era común a todas grandes culturas iniciáticas (egipcios, mayas, incas, entre otras).

  •  Sacrificar: del latín sacro y facere, es decir, hacer sagradas las cosas y, a este respecto, Brossa, indica que ese es el verdadero sentido de la vida, esa capacidad de hacer sagradas las cosas, lejos de la queja y el miedo que dista muchísimo, por no decir que incluso se opone, a la palabra sufrimiento con la que comúnmente hemos asociado su significado: “deberíamos hacer sagrada la vida desde cada acto, desde cada pensamiento, desde cada emoción”(Brossa, 2011)

  • Recordar: del latín recordari, re (nuevo) cordis (corazón), volver a pasar por el corazón. A este respecto, vemos claramente que se trata de vivencias que ya hemos tenido en otra ocasión, con lo cual, no se trataría tanto de una actividad mental, sino más bien de una “actividad cardiaca” (Brossa,  2011)

     

        Si hemos usado todos estos conceptos basándonos en un significado deteriorado durante cientos o incluso miles de años, sin entender realmente cuál es su origen y su verdadero significado ¿qué significa entonces danza? ¿cuál es su verdadero significado? ¿cuál debería de ser el papel del bailarín/bailaor en esta sociedad?

         

 

 

 

Bibliografía

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Bonte, P., Izard, M., Abélès, M., Descola, P, Digard, J. P., Duby, C. et al (1996). Diccionario de etnología y antropología. Trorrejón de Ardoz: Ediciones Akal.

Brossa, V. (2011). Syneidesis, consultado el 5 de mayo del 2012 en http://www.youtube.com/watch?v=Wwy2ufP6YNs

Brossa, V. (2013).ESPECIAL ARTE Y CONCIENCIA con JL PARISE en RADIO SAPIENS de la mano de VICTOR BROSSA, consultado el 23 de diciembre del 2014 en https://www.youtube.com/watch?v=Jk4uyLHl68k

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Gastón, E. (2008). Sociología del ballet. Fundamentos racionales y sociología de la danza. Méjico: Formas e imágenes.

Harris, M. (1990). Antropología cultural. Madrid: Alianza Editorial.

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Parise, J.L. (2010). El paradigma de la magia, entrevista consultada el 12 de abril del 2012 en http://www.youtube.com/watch?v=MgNdAzRRNNw

Sánchez, J.A. (2003). El arte de la danza y otros escritos de Isadora Duncan. Madrid: Akal.

Tólstoi, L. N. (2007). ¿Qué es el arte? Navarra: EUNSA

 

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